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posted by Chantii
John Morrissey, un júnior irlandés de 17 años, ocupa su asiento ante la atenta mirada de su padre. El sol abrasa en la pista 3 el día antes de la final masculina. El joven trata de recuperar a bocados el oxígeno perdido. Se hidrata pero su rostro continúa encendido por la asfixia. ¿Consecuencia de los rayos solares sobre su piel lechosa? Sí, pero sobre todo consecuencia del castigo al que le acaba de someter Rafael Nadal durante una hora de entrenamiento. Morrissey se la ha pasado persiguiendo la pelota, siempre dos metros por detrás de la línea de fondo, sin opción de demostrar sus cualidades ofensivas. La misma situación tratará de provocar el tenista español ante Robin Soderling el domingo (15.00 horas). No existe otro camino.
Para tumbar al sueco hay que arrinconarle contra la lona publicitaria, desplazarle hacia los lados, que sufra arrastrando sus 193 centímetros y sus 87 kilos. Si no lo consigue, está perdido. "No es lo mismo que Robin tire sus bombazos desde un metro dentro de la pista que si lo hace desde un metro y medio por detrás", explica Nadal tras la práctica, apenas unas gotas de sudor sobre su rostro, la respiración pausada, inapreciable el esfuerzo realizado. Morrissey sigue bebiendo. "Eso sí depende de mí", añade el balear, "y es lo que voy a buscar. Si después él reparte por todos los lados y nos manda a casa, pues nada, a Queen’s y a entrenar sobre hierba para llegar a Wimbledon lo mejor posible. Tengo que jugar lo más largo posible, moverlo lo máximo posible".
¿Alguna duda? "Sí. Muchas. Yo dudo, como todo el mundo". El trabajo está hecho. En las horas previas sólo hay que preocuparse de pequeños detalles, intentar desconectar durante algunas horas y rezar para que siga brillando el sol, para que el calor favorezca el 'liftado' de Nadal en lugar de el tenis plano de su oponente, con más control con unas condiciones húmedas, lentas. "Lo que más cuesta ahora es controlar la ansiedad por disputar la final", reconoce Toni Nadal. "Es que [ganar] sería un éxito total. Es como esperar a la final de la ‘Champions’ después de ganar la Liga. Me refiero sólo a la temporada de tierra, claro. Ahora llega el partido más importante del año".
Su sobrino, apenas 24 años pero ocho ya en el tenis profesional y seis 'grandes' en la maleta, sabe bien cómo calmar la tensión. "Los nervios van a estar ahí, siempre están", comenta. "Pero estoy haciendo la mejor temporada de tierra de mi vida y tengo la tranquilidad de haberlo hecho todo bien". El duelo ante Melzer también sirve de garantía. "Yo creo que los nervios ahora van a menos", opina Toni. "El viernes hizo el mejor partido de estas dos semanas, cada vez juega mejor". Ante el austriaco todo funcionó al mismo tiempo. Sólo un pequeño bloqueo mental al final del encuentro le impidió cerrar el triunfo por 6-3 en lugar de en el 'tie break', suavizó el mensaje de intimidación a Soderling. "Los nervios a veces te juegan una mala pasada", admite el técnico. "Lo comentamos después, pero es un tema puntual, no es para prestarle mucha atención".
Ningún interés por parte de Soderling, siempre con pose de tipo desinteresado, como si la cosa no fuese con él. "No vi el partido de Nadal, no estaba aquí", asegura el sueco. Hay quien dice que sí lo vio, desde la sala de jugadores, sin perder detalle. "Tampoco he vuelto a ver el partido del año pasado. No suelo ver partidos de tenis", añade.
Soderling no tienes muchas ganas de hablar. Acaba de meterse entre pecho y espalda casi medio kilo de pasta. En la mesa le acompañaban algunos de los herederos de Bjorn Borg: Mats Wilander, Joakim Nystrom (técnico de Melzer), Thomas Enqvist y su técnico, Magnus Norman. Ninguno quiere revelar el contenido de la conversación, la conspiración anti-Nadal.
El número dos del mundo aún no ha comido. Pronto lo hará, pero no en Roland Garros. "Ahora me voy con la familia, a pasar el día libre y a disfrutar del día tan bonito que hace en París". Se le ve feliz a Nadal. En la victoria o en la derrota, la pesadilla del año pasado ya se ha olvidado. "En 2008 no jugaba mejor que ahora. Estoy a un partido de ser número uno. Mi objetivo era sentirme bien de nuevo, y lo he conseguido. Ya no pienso en el año tan difícil que pasé. Eso se ha superado con los títulos en Montecarlo, Roma y Madrid".
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